Parece mentira, pero hace apenas 6 años, Vince Zampella y Jason West, cofundadores de Infinity Ward, reinventaron el género FPS con Call of Duty 4: Modern Warfare. En una industria donde prácticamente todos los títulos de disparos replicaban la Segunda Guerra Mundial, la audaz dupla de desarrolladores asumió el riesgo de pasar a la actualidad y tomar elementos RPG para crear el sistema de progresión multiplayer más adictivo de la historia reciente.
En aquel momento y, pese a las dudas de Activision, Call of Duty 4 fue un éxito multimillonario de ventas que se repitió e incluso se incrementó con cada entrega, en lo que parecía una mina de oro sin fin. Desafortunadamente, la última iteración de la franquicia es la mejor muestra de lo contrario, y así como Guitar Hero eventualmente se desgastó y murió, CoD muestra síntomas de irreversible agotamiento.
Es probable que el final no sea tan abrupto como en el caso del título musical. Después de todo, Call of Duty: Ghosts dejó abierta la puerta para el nacimiento de una nueva subsaga, pero es innegable que los días de gloria para el llamado del deber están ahora en los libros de historia.
Pero vayamos por partes, porque CoD ciertamente es un fenómeno cultural y declararlo agonizante no es cualquier cosa, así que hace falta cuantiosa y contundente evidencia.
Retirada
Para referirnos a Call of Duty es necesario hablar de los números porque la marca es absolutamente masiva. Ghosts, que debutó en noviembre, fue el título más reservado del año en términos generales, el más preordenado y vendido de la nueva generación, el más activo en Xbox LIVE, Activision distribuyó $1000 MDD en copias para su lanzamiento y 10 millones de unidades están en manos de los fans.
Con una cadena de superlativos como ésa, es difícil creer que el sello esté en dificultades, pero la serie ha sido tan avasalladora para la industria del entretenimiento en los últimos 5 años que lo anterior no basta para certificar su buena salud.
El título solía superar los $1000 MDD en copias vendidas ―que es diferente que distribuidas a tiendas― en cuestión de días, con Ghosts apenas se han obtenido $600 MDD en más de un mes. Esta entrega no repitió la hazaña tradicional de ser el estreno más grande en la historia del entretenimiento, y mercados como el británico arrojaron números de venta 50% menores a los de entregas anteriores. Vaya, la saga sigue siendo grande, pero su inercia se agotó y la tendencia sostenida a la alza que demostraba tiempo atrás, ahora parece ir a la baja.
Activision argumenta que esto se debe a la transición generacional; a que mucha gente está guardando su dinero para las nuevas consolas y todavía no decide si quiere Ghosts para Xbox 360 o Xbox One y aunque no lo reconoce, es lógico pensar que GTA V también jugó un rol en el pequeño, pero notorio cambio de dirección. De hecho, este año el título de Rockstar obtuvo distinciones que antes solían pertenecer a CoD y Activision no es discreto al respecto: las quiere de regreso.
El punto aquí es que la saga permanece como una fábrica de dinero, pero antes se superaba a sí misma y con Ghosts las cosas van para abajo en ciertos frentes, e incluso si damos crédito a Activison después de escuchar sus excusas, hay algo que no puede negar: lo reiterativo del concepto.
La Guerra de los 100 Años
Por mucho tiempo, los fans de la serie toleraron lo repetitivo de su propuesta con la esperanza de que la nueva generación trajera consigo una revolución técnica y narrativa del concepto, pero Ghosts, además de fracasar en el cumplimiento de dicha promesa, retrocedió en varios aspectos aún con la implementación de un nuevo motor y el estreno de un giro argumental inédito.
Las mejoras visuales fueron marginales y también las de mecánica de juego. Infinity Ward incluso se dio el lujo de reciclar elementos, cuando se suponía que el Xbox One y el PS4 se prestaran para un nuevo comienzo. Podemos aceptar, en un momento, que las ventas hayan decaído por factores externos, pero la pereza con la cual Infinity Ward afrontó el desafío de reinventar Call of Duty cuando tenía todo para lograrlo es inexcusable.
Postapocalíptica o no, la campaña dura 5 horas y media, y desecha intentos previos de innovación como la toma de decisiones y los finales alternativos. Con ello queda destruida la esperanza de que se repita un cambio de la talla del que vimos de CoD 3 a CoD 4. Desapareció la esperanza de ver nuevos motores o nuevo hardware, así que no sabemos cuáles elementos podrían provocar un cambio en la serie. En otras palabras, estamos resignados a verla idéntica año con año con año.
Esto no fue tanto problema para la generación pasada porque el paradigma reinante y el salto conceptual lo había dado Call of Duty. Los demás tenían que aprender de Infinity Ward ―incluso Halo― pero eso está por cambiar.
Un futuro amenazador
Durante los últimos 6 años, Call of Duty no tuvo con quien compararse. Cada juego trataba de emular su fórmula, incluyendo franquicias que antecedían a Modern Warfare, pero el arribo del Xbox One y el PlayStation 4 supone la llegada de conceptos innovadores sólo posibles en el nuevo hardware que Infinity Ward no supo aprovechar. Nos referimos concretamente a Titanfall y a Destiny, que además de hacer frescas aproximaciones al FPS, tienen el respaldo de equipos de leyenda, como Respawn Entertainment y Bungie.
Comparar un shooter de corte arcade, como CoD, con Destiny, que es una experiencia social y de exploración, podría considerarse injusto, pero entonces tenemos Titanfall, que se perfila para superar al llamado del deber en su propio terreno, al grado de omitir la campaña para concentrarse en el multiplayer.
Esto es predecible cuando recordamos que Respawn Entertainment está conformado por los miembros originales de Infinity Ward, lo que se siente al tomar el control en Titanfall... es como jugar Call of Duty, pero con saltos dobles y mechas, y va justamente a lugares a donde éste no puede ir, pero calcando la estructura casi por completo. Esto sin mencionar que con cada entrega, Battlefield evoluciona y DICE ya prepara Star Wars: Battlefront, del que esperamos grandes cosas sólo por el estatus del estudio sueco. Puesto de un modo simple, la novedad de la serie se diluyó y ahora hay cuantiosos contendientes a la espera de ocupar su lugar.
Con o sin transición generacional, Call of Duty parece haber llegado al punto más alto que podía alcanzar y ahora sólo resta un lugar a donde ir: abajo. Para colmo, ni Activision ni sus estudios están dispuestos a implementar cambios realmente trascendentes a la serie y la nueva generación trae consigo abundante competencia más que capaz de arrebatarle la corona.
No estoy diciendo que la saga esté muerta y haya que llorar por ella. El juego es bueno y aún vende a raudales, pero para quien la conoce desde sus comienzos, es claro que el combustible de innovación está más que agotado y sólo un golpe de timón acertado podrá revertir el funesto rumbo adoptado por la saga.
Como era de esperar, un nuevo Call of Duty está confirmado para 2014 y desde nuestra perspectiva, la franquicia aún tiene gas para un par de entregas adicionales que sean rentables, quizás un poco más, pero después de eso, sucumbirá ante un modelo de negocio inclemente que ella misma ayudó a construir y demanda multimillonarios presupuestos y ventas.
Para cerrar, hay que reconocer que la de Activision no es una situación fácil cuando se trata de Call of Duty. Si el juego cambia demasiado, puede perderlo todo, y si se queda como está... también.
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