La Generación Z está optando por trabajos que muchos rechazan en lugar de ir a la universidad, además de perder una habilidad que la humanidad ha conservado durante 5.500 años

La Generación Z está optando por trabajos que muchos rechazan en lugar de ir a la universidad, además de perder una habilidad que la humanidad ha conservado durante 5.500 años

Durante décadas, la universidad ha sido vista como el camino ideal para garantizar un futuro profesional estable, especialmente entre los Millennials, sin embargo, entre los miembros de la Generación Z, nacidos entre 1996 y 2012, está ocurriendo un cambio significativo en la percepción de las carreras universitarias. Según un informe de CNBC, basado en datos […]

Por Freddy Hurtado el 05/01/2025

Durante décadas, la universidad ha sido vista como el camino ideal para garantizar un futuro profesional estable, especialmente entre los Millennials, sin embargo, entre los miembros de la Generación Z, nacidos entre 1996 y 2012, está ocurriendo un cambio significativo en la percepción de las carreras universitarias. Según un informe de CNBC, basado en datos del servicio de análisis Gusto, un creciente número de jóvenes entre 18 y 25 años está optando por formarse en oficios calificados, como mecánica, fontanería y soldadura, en lugar de seguir el camino tradicional de la educación superior. 

Este cambio responde tanto a factores económicos como a una revalorización de trabajos considerados esenciales, pero que muchas veces habían sido dejados de lado por generaciones anteriores.

Desde finales de 2023, el porcentaje de jóvenes contratados en estos oficios ha crecido de manera constante y, aunque en mayo de 2024 el porcentaje se ubicó en un 31 %, ligeramente por debajo del récord del 37,5 % registrado en 2021, la tendencia actual parece ser más uniforme y menos errática que en años anteriores, según los datos recopilados por Gusto. Esta estabilidad podría indicar una consolidación de un fenómeno que lleva tiempo gestándose: el interés por los llamados skilled trades o trabajos especializados, que en muchos casos ofrecen mayor seguridad laboral y salarios competitivos, con menos inversión inicial que una carrera universitaria.

Entre las razones que explican esta tendencia, destaca el alto costo de la educación superior en países como Estados Unidos, donde completar una licenciatura puede significar una deuda de decenas de miles de dólares. Por el contrario, la formación en oficios suele ser más accesible y rápida, permitiendo a los jóvenes integrarse al mercado laboral sin una carga financiera abrumadora, además, las condiciones económicas actuales, marcadas por la inflación y la incertidumbre laboral, han impulsado a la Generación Z a priorizar opciones más prácticas y tangibles.

Este cambio también está relacionado con la evolución del mercado laboral, ya que en muchos países, las generaciones mayores, como los Baby Boomers, están entrando en la jubilación, dejando vacantes en sectores industriales y artesanales que necesitan ser cubiertas. La Generación Z parece estar dispuesta a asumir este desafío, lo que podría contribuir a reducir el déficit de trabajadores calificados en estas áreas críticas.

En paralelo, la Generación Z también ha demostrado estar a la vanguardia de otras transformaciones laborales, como la adopción de la semana laboral de cuatro días. Este modelo ha ganado popularidad en experimentos como los realizados en Islandia, los cuales mostraron mejoras significativas en la productividad y la satisfacción de los empleados, según el reporte de la Asociación para la Sostenibilidad Laboral. Esto refuerza la idea de que los jóvenes están redefiniendo las prioridades laborales, priorizando un equilibrio entre vida y trabajo, y optando por carreras que les ofrezcan tanto estabilidad económica como una calidad de vida sostenible.

La Generación Z enfrenta la pérdida de una habilidad milenaria: escribir a mano

En la era dominada por pantallas y teclados, la Generación Z está enfrentando otro conflicto significativo: según un estudio reciente de la Universidad de Stavanger en Noruega, el 40 % de los estudiantes entre 18 y 25 años ha experimentado un deterioro en sus habilidades para escribir a mano y expresar ideas de manera clara en textos escritos. Esta tendencia, que también ha sido observada por académicos en Turquía, pone de manifiesto cómo la digitalización está transformando la manera en que las nuevas generaciones procesan y comunican la información.

La profesora turca Nedret Kiliceri ha señalado que, incluso en niveles universitarios, muchos jóvenes carecen de conocimientos básicos sobre redacción. Según Kiliceri, estos estudiantes, acostumbrados a dispositivos electrónicos desde una edad temprana, presentan problemas para escribir de forma legible y estructurar párrafos coherentes, además, se ha observado que la caligrafía de los estudiantes suele ser inconsistente, con inclinaciones irregulares y trazos poco claros. Esta falta de práctica en la escritura a mano se ve agravada por la influencia de las redes sociales, que fomentan una comunicación breve y simplificada.

La digitalización también ha modificado los hábitos en las aulas, siendo ya común que los estudiantes asistan a clase sin bolígrafos ni papel, confiando únicamente en dispositivos electrónicos para tomar notas. 

El estudio de la Universidad de Stavanger, que analizó a 585 estudiantes de 33 escuelas, confirma esta realidad, con resultados que muestran que la exposición temprana y continua a dispositivos digitales ha reducido la habilidad para escribir textos manuscritos. Sin embargo, el estudio también destaca un aspecto positivo: los jóvenes han desarrollado una habilidad notable para sintetizar conceptos complejos en menos de 10 palabras, una destreza cada vez más valiosa en el entorno digital.

Pero, desde la perspectiva de los propios estudiantes, el problema radica tanto en el sistema educativo como en la influencia de la tecnología. Una estudiante turca entrevistada señaló que, desde la escuela primaria, la escritura a mano se ha limitado a pruebas ocasionales, mientras que las tareas diarias se realizan en formatos digitales. 

Aunque esta pérdida de habilidades plantea desafíos para la educación tradicional, también abre la puerta a debates sobre cómo adaptar los sistemas educativos a las necesidades del siglo XXI. La transición hacia un mundo cada vez más digitalizado parece inevitable, pero queda la pregunta de cómo equilibrar la adopción de nuevas tecnologías con la preservación de habilidades fundamentales para el pensamiento crítico y la comunicación efectiva.

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