En el marco de la conferencia anual de la Asociación de Maestros y Docentes, educadores de la Gran Bretaña advirtieron sobre los efectos negativos que el juego sin supervisión tiene en los niños pequeños, concretamente en los de primaria. Demandaron una normatividad más estricta en materia de entretenimiento electrónico e instaron a los padres a respetar las clasificaciones.
Aunque, como de costumbre, se hizo énfasis en las conductas agresivas que supuestamente generan los videojuegos, también se habló de alteración de los ciclos del sueño, obesidad, exclusión social y lentitud de aprendizaje, todos como resultado del abuso. Muchos de los alumnos llegan exhaustos a la escuela por haber jugado hasta tempranas horas de la mañana, señaló uno de los docentes, mientras que otro describió cómo, al jugar, sus alumnos simulan arrojarse por la ventana y desangrarse.
Todos esperamos ver algo de rudeza y caídas, pero he visto a los pequeñines recrear escenas muy gráficas en el patio y hay más golpes, lastimaduras y apretujones en el salón sin causa aparente, dijo Alison Sherratt, educadora de West Yorkshire.
Como mencionamos en el primer párrafo, no se habló tanto de prohibición o descalificación tajante hacia el videojuego como medio, sino más bien de atención por parte de los jefes de familia. Se trata de recordarle a los padres y cuidadores que tienen una responsabilidad real para con sus hijos y que las escuelas no pueden hacer todo por sí solas, concluyeron.
Si bien es cierto que no ha habido una demostración contundente sobre la relación entre videojuegos y violencia, debemos reconocer que hay excesos y también juegos no aptos para niños. Si menores de edad tienen acceso a ellos por descuido de los padres, seguramente habrá alguna consecuencia quizá no necesariamente en cuanto a conductas agresivas, pero sí de desempeño académico, distracción, y otros motivos de esta índole. La clasificación tiene una razón de ser y si en países de Europa no se respeta, es probable que en Latinoamérica tampoco. De no poner límites en casa, eventualmente se podría llegar a niveles como los de Corea del Sur, donde ha tenido que ser el Estado el que tome medidas para atender lo que cataloga como un problema de salud pública, en donde los estudiantes simplemente no duermen por jugar.
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