Los despidos a menudo desencadenan frustración, enojo y sentimientos de traición, especialmente cuando los empleados perciben que han sido tratados de manera injusta. En algunos casos, esas emociones pueden llevar a reacciones extremas, como ocurrió con un ingeniero de software de 55 años.
Tal es el caso de este profesional, quien, tras ser despedido, decidió tomar represalias desarrollando un “Kill Switch” que paralizó por completo los sistemas de su empresa. Ahora enfrenta hasta 10 años de prisión, aunque su defensa sostiene que no cometió un delito y ha anunciado su intención de apelar el veredicto.
Una venganza cibernética planificada durante años
Según explica PCGamer, el conflicto comenzó en 2018, cuando el ingeniero percibió que su rol en la empresa estaba siendo reducido tras una reestructuración. Como respuesta, desarrolló códigos maliciosos que dañaban la infraestructura digital de la compañía, preparando el terreno para una posible represalia en caso de despido.
Entre sus creaciones estaban “Hakai”, un programa que eliminaba archivos de perfil de los empleados impidiéndoles iniciar sesión, y “HunShui”, diseñado para inducir fallas en el sistema. Sin embargo, su mayor golpe fue el “Kill Switch”, un código que, tras su despido en 2019, bloqueó a miles de usuarios a nivel mundial, causando pérdidas de cientos de miles de dólares.
Investigación y consecuencias legales
La empresa tardó en identificar la causa de la falla, ya que el “Kill Switch” se activó automáticamente tras su despido y estaba diseñado para ocultar su origen. Finalmente, las investigaciones llevaron hasta el exingeniero, quien había almacenado los programas en un servidor al que solo él tenía acceso.
El Departamento de Justicia de EE.UU. lo procesó por sabotaje informático y otros delitos, resultando en una condena que podría alcanzar los 10 años de prisión. A pesar de esto, su defensa sostiene que fue incriminado y planea apelar, insistiendo en que la evidencia presentada no es concluyente.
El caso reabre el debate sobre la protección de las infraestructuras tecnológicas y la gestión de accesos en entornos corporativos. A medida que la dependencia de la tecnología crece, también lo hace la amenaza de represalias digitales por parte de exempleados descontentos.
