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Cuenta la leyenda que cuando Shigeru Miyamoto era un niño, su visión del mundo era sumamente creativa y fantasiosa —justo como lo demostró años más tarde—. En esa distante época, en las lejanas tierras de Kyoto, Japón, el pequeño salía a explorar los bosques, praderas y cavernas a las afueras de su hogar, mientras imaginaba que estaba descubriendo un mundo mágico, lleno de maravillas. Décadas más tarde esa emoción que sentía y su asombro por lo desconocido se transformaron hasta materializarse dentro de The Legend of Zelda, la saga cuya esencia ha trascendido generaciones al dejar que cada uno de nosotros, al igual que él, nos sumerjamos en una fantasía épica, misteriosa y sorprendente.
Darme el tiempo para recordar con nostalgia los orígenes de la franquicia no es mero capricho de fan, es fundamental para entender la identidad de Breath of the Wild y saber por qué Nintendo tomó tantas decisiones que, a simple vista, parecían un nuevo y arriesgado rumbo para The Legend of Zelda. Pero sobre todo es imprescindible para comprender el grandioso potencial que ha tenido la franquicia desde sus inicios. Desde los primeros minutos que experimentas esta nueva entrega, puedes notar las incontables analogías que existen con el primer juego para NES. Y es que aún si muchísimas cosas han cambiado desde la edad de los 8-bits, hay un elemento en el que ambos juegos, el original y este último, son extremadamente similares: en darnos libertad de explorar libremente —con restricciones mínimas— casi cada rincón de Hyrule desde el inicio, sin llevarte de la mano, poniendo a prueba los límites de tu habilidad e intelecto a cada paso, pero, sobre todo, desafiándote de principio a fin a intentar cosas nuevas. Es una aventura hacia lo desconocido que te provoca emoción y te maravilla incluso después de 30 o 50 horas de juego.
Breath of the Wild es, sin lugar a dudas, el juego más completo y complejo que existe en la vida de The Legend of Zelda, tanto, que la etiqueta de mundo abierto es insuficiente para describir su naturaleza, pues más allá de las libertades de exploración, el concepto del juego se basa en lo que descubres al recorrer cada recoveco del mapa y en la infinidad de cosas que puedes hacer. De hecho, me atrevería a decir que esta versión postapocalíptica de Hyrule es el protagonista principal, mientras que Link es simplemente el hilo conductor de la trama. No me malentiendas, el héroe es eje de la narrativa en todo momento, pero su relevancia se diluye ante un vasto y asombroso mundo con mucha personalidad; de imponentes montañas a extensas praderas o, por otro lado, laberínticos desfiladeros e intrincados cuerpos de agua, éste es un lugar más realista y complejo que cualquier otro que nos han presentado con los Zeldas anteriores.
A lo anterior se suma la exploración per se, que en mi opinión es el corazón del juego, pues no es simplemente el hecho de que puedes llegar a cualquier parte que veas en la distancia, no importa lo lejos o lo complicado que luzca, sino el desafío de descubrir cómo hacerlo. Y por lo regular hay numerosas formas. Para llegar a la cima de una montaña puedes, por ejemplo, seguir un camino lleno de precipicios que podrás atravesar sólo si cortas árboles para usarlos como puentes, puedes atravesar una serie de cavernas con enemigos o arriesgarte a caminar por un sendero congelado en el que la naturaleza podría aniquilarte. Hay infinidad de situaciones similares a esa y en muchos casos, te llevarán a encontrar algo significativo. En específico hay una isla que te toma tiempo y mucho esfuerzo alcanzar, pero te recompensa con una increíble sorpresa cuando llegas.
Si hacemos comparaciones con el estándar de los mundos abiertos, algunas secciones de Breath of the Wild pueden sentirse estériles, lo cual atenta contra el valor de entretenimiento continuo, aunque la percepción puede variar mucho de una persona, a otra; mientras alguien como yo lo considera un perfecto balance entre gran ambientación, buen ritmo y toques de realismo , también entiendo que mucha gente se quedará con la sensación de que falta algo, dado que los enemigos están muy espaciados y que hay mucha distancia entre un secreto, a otro. Eso sin mencionar que hay muy pocos eventos “aleatorios”, como encontrar pueblerinos siendo perseguidos por un lizalfo y en espera de que los rescates; los hay, pero son muy ocasionales y podrían considerarse más un guiño hacia el género.
Sin lugar a dudas, el juego más completo y complejo
Seré muy honesto. Hasta hace unos días, antes de tocar Breath of the Wild por primera vez, tenía serias dudas acerca de lo que Nintendo iba a hacer con un sandbox. Cada Zelda tiene elementos del género, pero ésta es la primera vez que se cumplen todos los requisitos. Por fortuna bastaron un par de horas para demostrar que esos temores estaban injustificados, pues este mundo abierto está cuidadosamente confeccionado, con el mismo nivel de detalle que el resto de la franquicia. Aunque, debo decir que esas primeras horas fueron un cóctel de emociones: asombro por la majestuosidad, breve desesperación al no saber hacia dónde ir, satisfacción conforme fui adaptándome a las severas reglas de supervivencia, temor de que las libertades de exploración dieran pie a una experiencia de juego menos pulida —al menos en comparación con otros Zelda— y, al final, tranquilidad al darme percatarme que si bien cada persona experimentará algo único, todo lo que hay en Breath of the Wild fue preparado minuciosamente para crear reacciones específicas.
Y es que aún si los elementos caricaturescos, tiernos y juguetones de todo Zelda están presentes, hay una madurez en el concepto que rompe con los estándares, aunque no sólo de la franquicia, sino del género en términos de ambientación. Todo lo que hay en el mundo tiene toques realistas: los animales reaccionan de una manera creíble conforme a tus acciones y las de los enemigos, la temperatura del ambiente puede afectar tu desempeño o incluso aniquilarte —por ejemplo, el frío gélido va quitándote corazones a menos que encuentres una forma de elevar tu calor corporal—, hay ciertos esfuerzos físicos que puedes hacer sólo por breve tiempo debido a que Link no es un ser todopoderoso con resistencia ilimitada, en fin, la ejecución del mundo es grandiosa e impecable. Claro que, no sólo se trata de ambientación, sino de posibilidades, pues la interacción es más profunda y para ejemplificar, la comida suele darte beneficios adicionales cuando la cocinas, así que ¿qué sucede cuando incendias un árbol con manzanas? Recibes instantáneamente mejores bocadillos. Cuando lanzas un arma hacia un enemigo desarmado y no le atinas, éste puede recogerla para atacarte, o puede morir repentinamente por culpa de un relámpago si ambos están bajo una tormenta. Casos como estos te motivan a experimentar y poner a prueba las reglas del mundo.
No hay restricciones
Después de hablar un poco acerca de las generalidades del juego, vamos a lo concreto. Al ser un sandbox, la estructura de Breath of the Wild te deja decidir la dirección hacia dónde llevarás tu aventura. No hay restricciones acerca de cuáles lugares debes visitar primero e, incluso, hay rumores de que puedes enfrentar a Ganon casi desde el inicio, siempre y cuando tu habilidad y mucha suerte lo permitan; yo lo intenté, pero morí unas 25 veces antes de darme cuenta que la zona final es progresivamente más difícil, al punto de que sólo un speedrunner podrá vencerla sin haberse equipado adecuadamente. Pero la posibilidad existe y no hay un diseño restrictivo que te quite la gloria de acabar el juego en un par de horas, cuando lo normal es que te tome entre 50 y 60 horas. Ahora bien, conforme recorres el mundo tienes que buscar dos tipos de estructura si es que deseas progresar a tu personaje: unas gigantescas torres que además de ser posición estratégica para la exploración te dejan ver el fragmento del mapa en el que se encuentran y, por otro lado, los santuarios.
En Breath of the Wild los templos (dígase calabozos) son tan gigantescos y complejos como en Majora’s Mask o Wind Waker, pero existen en menor cantidad. A cambio de esa “escasez”, el juego ofrece una versión ultra compacta, llamados santuarios, que se componen de 2 o 3 habitaciones. En su interior tendrás que resolver un par de acertijos o vencer enemigos, los cuales usualmente son ingeniosos, pero no excesivamente desafiantes. A mi parecer hay una especie de tributo indirecto a Portal, incluso en la estética, los colores y el ingenio detrás de estas microzonas. Pero sin importar si sólo estoy imaginando la referencia, es un hecho que los santuarios son un gran complemento de la exploración, pues hay cientos de ellos esparcidos en todo Hyrule y la recompensa por vencerlos es una perla que te sirve de moneda para incrementar las habilidades de Link (los corazones y su medidor de resistencia).
Afortunadamente no estás condicionado a conseguir un item para resolver los acertijos, pues de inicio ya llevas lo necesario; desde que comienza la aventura te dan habilidades básicas (dos tipos de bombas ilimitadas, un rayo magnético con el que puedes mover objetos metálicos, el poder de congelar momentáneamente ciertas cosas en movimiento y, por último, la capacidad de crear pilares de hielo sobre cualquier superficie acuática). Puedes usar cada una para interactuar con el mundo durante la exploración de maneras muy divertidas e ingeniosas, o incluso en el combate. Una táctica clave al atacar grupos grandes es lanzarles una bomba, no le bajará tanta vida a todos —ya que algunos tienen protección contra explosiones—, pero hará daño general y los desconcertará durante algunos segundos, algo perfecto para un ataque sorpresa. Que, de hecho, llegar repentinamente al combate es uno de los aspectos más gratificantes del juego, pues hay muy diversas formas, entre las cuales se incluye la paravela, una especie de ala delta con la que puedes sobrevolar tras brincar desde un lugar elevado y que es una herramienta fundamental en la exploración; mientras vas bajando puedes activar el arco, hacer un par de disparos en cámara lenta y volver a usar la paravela, para continuar el descenso y terminar con un ataque repentino contra otro enemigo.
Diseñarás tu estrategia con base en los tipos de armas en tu arsenal
Ahora bien, justo como ya se había dicho, el esquema de armas e ítems en Breath of the Wild es diferente frente a las anteriores entregas de Zelda. Aquí todo lo que existe en tu inventario tiene una durabilidad o una cantidad de usos limitados. Eso significa que cada espada, hacha, lanza, escudo y demás equipo que encuentres, terminará por romperse después de algunos combates. Incluso hay veces en que deberás reemplazar tu arma a la mitad de la batalla, sobre todo si estás peleando con muchos enemigos a la vez. Lo anterior no es sinónimo de escasez ni de complicaciones innecesarias, por el contrario, es un componente del juego sumamente pulido y adictivo, ya que en todo momento encuentras armas —tu inventario se llenará constantemente— al punto de que diseñarás tu estrategia con base en los tipos de armas en tu arsenal. Si te gustan los movimientos rápidos y las técnicas de destreza, terminarás favoreciendo las espadas cortas en combinación con un escudo, pero si prefieres los golpes de alto impacto, probablemente apuestes por una espada de dos manos, una lanza para atacar a distancia o un poderoso martillo de guerra. Pero sin importar tu elección, debes saber que Breath of the Wild brinda muchísima flexibilidad en términos de combate, para que tú elijas el estilo que más te favorece. Que hablando de espacio para tu armamento, puedes ampliarlo si cumples los requisitos: encontrar a unas pequeñas criaturas llamadas kolog, quienes están ocultas en todas partes de Hyrule, para después llevar las semillas que te dan con un personaje que las intercambia por más espacios para tu inventario.
Lo importante es que el combate en Breath of the Wild es muy desafiante y, por ello, gratificante en extremo. La jugabilidad es muy buena, tanto como en los anteriores títulos de Zelda, pero se agregaron elementos que te ayudan a administrar la gran variedad de items. De inicio tienes un atajo para cambiar al instante los poderes, las armas, los escudos y los tipos de arco. Alternar entre ellos es importante también porque hay situaciones específicas en las que algunos te servirán más que otros. Por ejemplo, existen una gran variedad de flechas (fuego, hielo, etcétera) que te servirán para atacar enemigos vulnerables a ese tipo o, por otro lado, hay escudos que te brindan mejor protección contra ciertas clases de ataque. Además, la movilidad es clave: esquivar, bloquear, saltar, contraatacar y cambiar constantemente de objetivo te ayudarán a salir victorioso ante las batallas más difíciles o, de no hacerlo correctamente, a tener que intentar una y otra vez hasta vencer. Esta nueva entrega de Zelda respeta tu intelecto, pero te pide que a cambio le devuelvas el favor, así que te encontrarás con frecuencia en situaciones que parecían predecibles y fáciles de resolver, para terminar con una muerte segura porque te confiaste. Incluso cuando ya estás muy equipado, el juego te pone en condiciones desafiantes que pondrán a prueba tu habilidad.
Por otro lado, hay una descomunal cantidad de ingredientes y materiales que puedes recolectar. Uno de los pilares en la experiencia de juego es poner uso a esos items para mejorar tu desempeño en la exploración, el combate y la supervivencia. La comida, por ejemplo, es de utilidad —para recuperar corazones— cuando la usas en su estado natural, pero si la cocinas tiene mayor efecto o puede darte beneficios especiales. Si combinas unos hongos electrizados con carne de algún animal, el resultado es un elixir que te protege contra ataques eléctricos. Hay una infinidad de variaciones que, otra vez, te seducen a experimentar para crear combinaciones cada vez más exóticas, aunque hay un punto en el que las mezclas demasiado complejas pueden crear una pócima desastrosa e inutilizable.
Claro que, un Zelda sin valor argumental, no es un buen Zelda. Breath of the Wild se apega a la regla al ofrecer una narrativa simple en ocasiones, pero muy emocional, misteriosa y apasionante. El Link que conocemos en esta mitología es el héroe de las profecías, pero no es infalible y conforme avanza la trama te das cuenta que él, junto con el resto de los personajes, son muy humanos, con defectos y carencias, que son individuos con dudas genuinas acerca de su destino. A pesar de que no daré más detalles del argumento, para evitar los spoilers, puedo decir que la trama está entre las mejores de toda la franquicia y que sin importar si eres fan, o no, habrá momentos en que te conmoverá.
Simple en ocasiones, pero emocional, misteriosa y apasionante
En cuanto al aspecto técnico, Breath of the Wild despeja toda duda acerca de las capacidades del Nintendo Switch, ya que es hermoso, repleto de detalles visuales y, en general, se desempeña de manera excepcional. En la versión para portátiles nunca experimenté una pérdida de frames, pero al conectar la consola al televisor hubo varias ocasiones en que el framerate bajó a 20 cuadros, algo entendible considerando que no hay tiempos de carga cuando pasas de una zona, a otra. Si bien fueron momentos esporádicos, los hubo, que de haber sucedido durante el combate —en mi caso no fue así— pueden provocar una experiencia de juego deficiente y accidentada. No obstante, la estética del juego es impactante: los escenarios te dejan boquiabierto con su gran extensión, sobre todo si los ves desde un lugar muy elevado, los pueblos están llenos de vida y pequeños detalles, al punto de que parecen ser reales, los personajes te transmiten suficientemente bien sus emociones, en fin, hacia donde voltees puedes sentir una ambientación envolvente, conducida por un excelente equilibrio entre gráficos bien ejecutados, sonidos ambientales que te sumergen en un lugar que parece genuino y música ocasional que aparece sólo en momentos clave.
The Legend of Zelda: Breath of the Wild es un juego maravilloso, que superó por mucho mis expectativas —que con todo y algunas dudas, ya eran muy altas— al sumergirme en una fantasía que se siente real. Cada aspecto de la experiencia de juego está bien ejecutado en términos técnicos, pero, más allá, te despierta emociones intensas, de curiosidad y angustia, a constante asombro… cada una bajo una luz positiva, que suman para envolverte y cautivarte. Esta entrega de la franquicia es por mucho uno de los mejores trabajos en la trayectoria de Nintendo, uno cuya calidad resonará por mucho tiempo. Pienso que no todos los fans del género quedarán complacidos, más por ciertos convencionalismos que acostumbra Nintendo, que por la calidad de las mecánicas, la ambientación o el elemento de exploración. No puedo decir que es perfecto bajo los estándares que se acostumbran usar para calificar en la industria, pero es perfecto desde una perspectiva muy personal; vivirlo fue para mi una de las experiencias de gaming más fascinantes de los últimos años.
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