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Si bien los inicios de Assassins Creed no fueron tan estelares como dictaba la expectativa, la franquicia ha evolucionado con pasos firmes para ofrecer una experiencia de juego cada vez más divertida, envolviéndonos en una perspectiva histórica que, pese a las extremas libertades creativas, se antojaba realista por la minuciosa atención a los detalles en la recreación de lugares icónicos de la Italia renacentista y el reino medieval de Jerusalén. Así, tras un primer gran tropiezo y una trilogía magistralmente ejecutada pero que comenzaba a deteriorarse, Ubisoft Montreal decidió refrescar la fórmula con Assassins Creed III, que perfecciona casi cada aspecto de la oferta de entretenimiento a fin de demostrar que el conflicto entre asesinos y templarios está a punto de llegar a uno de sus momentos más gloriosos.
Dando un salto de cientos de años desde las entregas previas, el contexto de Assassins Creed III se sitúa en la guerra de independencia de las Trece Colonias de Norteamérica y abarca un periodo de 30 años partiendo de 1753 que se centra en la vida del protagonista, Connor Kenway (un británico colonial con ascendencia de nativo americano mohave y cuyo nombre real es Ratohnhaké:ton), otro más de los ancestros de Desmond y que lo mismo que Altair y Ezio en su momento, es pieza clave para desenmarañar el siniestro plan de los templarios y evitar la inminente destrucción de la humanidad. Lo interesante es que mientras los otros personajes de la serie han peleado en nombre de un bando específico, nuestro nuevo personaje principal no prefiere ningún bando y al final termina sirviendo tanto a colonos revolucionarios como al imperio británico, siempre usando las circunstancias a su conveniencia, como los templarios lo han hecho durante centurias.
Más que cualquier otro juego en la serie, este capítulo se beneficia con la elección de un periodo histórico ampliamente documentado, y que por su naturaleza relativamente reciente, tiene más significado en la vida actual; se siente, de cierto modo, más íntimo, aún si no somos habitantes de la Unión Americana. Pero no debemos equivocarnos, la idea no es retratar, con una mezcla de fantasía, los actos patrióticos de los fundadores de una nación, sino considerar los matices de personas reales que lucharon por un ideal, pero que a final de cuentas tenían defectos algunos muy graves y deficiencias, además de algunas dobles intenciones. Dicho de otro modo, veremos el lado mujeriego y jocoso de Benjamín Franklin, se expresará a detalle la peculiar ideología religiosa de George Washington, y habrá oportunidad de mirar la complicada y controvertida vida de Thomas Jefferson, todo con el suficiente toque de ficción para aderezar una narrativa de manipulación política, logias ancestrales, hipocresía y supuesta procuración de justicia.
El mundo de Assassins Creed III estará dividido en 2 tipos de escenario, cada uno presentando diversos tipos de actividad. El primero, denominado la frontera, es una región de 4km cuadrados (el equivalente a 50% la extensión de Roma en Brotherhood) en la que puedes explorar con plena libertad y cumplir misiones casi en el orden que mejor te plazca. En esta porción del juego, que abarca una tercera parte de la campaña, es donde se encuentra el cambio más radical de ambiente en relación con juegos previos, pues casi todo el terreno está libre de presencia humana, con ocasionales asentamientos urbanos y una que otra edificación en espera de ser investigada; la diferencia con la campiña romana es que la superficie es sumamente irregular y hay una verticalidad tan grande que para llegar de un extremo a otro es necesario enfrentar toda clase de obstáculos, incluidos ríos, gigantescos acantilados y por supuesto, feroces animales que deambulan libremente.
Explorar estos parajes produce una sensación muy similar a la que provoca Red Dead Redemption y sin hacer una referencia realmente obvia, es evidente que Ubisoft tomó algo de inspiración, pues hay constantes eventos de los que puedes tomar parte, como un reciente asalto que puedes intentar detener y si fracasas, perseguir al ladrón hasta atraparlo. Según el estudio, hay incontables minijuegos y labores a realizar en dicho terreno abierto, desde salir de cacería hasta construir tu propio pueblo en el que por cierto, tendrás oportunidad de entrenar nuevos reclutas de tu clan de asesinos.
La idea de ensamblar tu base de operaciones y fortalecerla con tus logros no es novedad en Assassins Creed, pero esta nueva versión incluye importantes distinciones, como la necesidad de involucrarte activamente en la construcción, en la generación de recursos y en la vida de sus habitantes. Ya no sólo se trata de desembolsar dinero para abrir un tipo de negocio en tu pueblo, hay que rescatar a un comerciante de su precaria situación y debes ayudarlo individualmente a prosperar. Lo mismo sucederá con tus aprendices, cada uno tiene su personalidad, sus métodos e intenciones, tu deber es guiarlos y supervisar su desempeño. Lo cierto es que aunque Ubisoft Montreal se ha esforzado con cada iteración en presentar con la mayor fidelidad posible la arquitectura de cada locación, en esta ocasión la atención al detalle se dirigió a la ambientación, al comportamiento de los personajes y la forma en que el protagonista se pierde entre la gente, algo que toma mayor validez dentro de las ciudades, la otra gran sección de Assassins Creed III.
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