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Actualmente los juegos de mesa son una afición poco habitual, cada día pierden seguidores ante las bondades de la era digital y cuando el entretenimiento de tablero se traduce a términos virtuales, el desencanto se agrava. A expensas del pésimo panorama, Fortune Street buscó su lugar en el Wii, una propuesta que emula el esquema de Monopoly pero le agrega un poco del encanto que destilan tanto los icónicos personajes de Mario Bros., como las exóticas criaturas presentes en cada Dragon Quest. Pero a luces de una fórmula que pareciera exitosa, al menos dentro de ciertos nichos, esconde bajo la sombra de la primera impresión algunos problemas que obstaculizan la fluidez de diversión.
Fortune Street pareciera responder a las constantes críticas a la mancuerna que conforman Mario Party y Wii Party, además de su incesante sucesión de repetitivas secuelas, pues contrario a estos ejemplos de botonazos sin sentido y competencia superficial, la nueva propuesta aborda el ocio desde una perspectiva más cerebral e interesante, arrojando auténticos elementos de estrategia sobre la pizarra.
Se divide en dos modalidades, ambas multijugador y experiencia en solitario. La denominada Fácil, funciona exactamente igual que una partida de Monopoly, es decir, sobre un tablero saturado de casillas, en el que todos los participantes toman turnos para lanzar los dados y en una encarnizada batalla de bienes raíces, compiten para intentar comprar la mayor cantidad de propiedades disponibles conforme se abren paso en el terreno, como en el juego
[p]tradicional, cuando algún incauto tiene la mala suerte de caer en territorio ajeno, debe pagar una cuota al propietario. A la inversa, cuando aterrizas en uno de tus predios, tienes la opción de invertir en viviendas que aumenten lo que cobres de renta.
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Para complicar las cosas está una atractiva opción para aquellos que aspiran a obtener una recompensa por circundar el tablero; en ese caso será necesario recoger los cuatro palos de póquer (pica, corazón, diamante y trébol) que se encuentran dispersos en el recorrido. Cada vez que se complete el objetivo, el jugador incrementa su nivel y gana un ascenso que en consecuencia eleva el salario, así que recolectarlos y pasar al banco para reclamar la recompensa es una parte importante de la estrategia; de dominar la técnica es factible tomar una sustancial delantera sobre el resto de los participantes, incluso más que al comprar propiedades.
Hasta este punto la complejidad está de sobra, pero al menos se explica con suficiente simpleza y de forma accesible. Introducido con la misma delicadeza, pero sin amortiguar las complicaciones, el modo Convencional involucra más elementos en la acción del tablero, las reglas son las mismas pero con el añadido de un mercado bursátil. Imitando a los grandes corredores de bolsa en Wall Street, podrás invertir en las acciones de cada distrito esos bloques en código de color que dividen las casillas, aunque no poseas propiedades en la zona. Eso significa que no importa cuántas veces te equivoques al comprar propiedades, si tienes inversiones en los negocios de otros, siempre obtendrás ganancias cuando ellos reciban ingresos. El riesgo, al igual que en la vida financiera real, es que también puedes perder dinero si el valor de las acciones se desploma. Esta extraña combinación de peligro económico y especulación crea una sensación excitante, si bien poco accesible para todo aquel que detesta pensar en números.
Y aun cuando no seas un as de las matemáticas, vender y comprar propiedades, negociar con acciones o hasta competir por hacerse de la mayor riqueza es altamente satisfactorio, pues de inicio se percibe realmente como una competencia en lugar de como un simple juego azar y a diferencia de otros juegos similares, la rivalidad entre jugadores es auténtica, en especial cuando las inversiones afectan a todos los que te acompañen en esta experiencia mercantil.
Es lamentable y parece irónico, pero al igual que el resto de los exponentes de tablero, las cualidades de entretenimiento de Fortune Street se cancelan al experimentarlo en soledad, debido a que su diseño está contemplado para cuatro jugadores. Así las cosas, el ritmo se derrumba cuando estás corto de compañeros dado que la máquina llena los espacios con personajes controlados por la Inteligencia Artificial, lo que implica esperar a que termine el turno de cada uno antes de poder volver a jugar. Y peor aún es el hecho de que las opciones para acelerar la partida sean tan limitadas, y más allá de apagar los diálogos o saltar las animaciones, poco puedes hacer para amenizar esos tiempos muertos. Por si fuera poco, la acumulación de riquezas es lenta y dolorosa; si consideramos que el requisito para terminar el juego es llegar a una cantidad específica, las tribulaciones son numerosas si nos interesa alcanzarla.
Todavía más decepcionante es el hecho de que la campaña para un jugador sea el único modo para desbloquear personajes o nuevos escenarios, y te obliga a pasar incontables horas de espera mientras las entidades virtuales toman su turno. Es contradictorio que las disputas multijugador no tengan efecto al liberar contenido, en particular cuando el concepto del juego obviamente se enfoca en el disfrutar la experiencia con amigos.
Al final de la jornada, Fortune Street es un título atestado de fallas de diseño que entorpecen la experiencia. Los objetivos para finalizar la sesión exigen pasar al menos dos horas al control, y aunque la experiencia tiene potencial para ser divertida, no garantiza que todos los participantes pasen un buen rato, pero sobre todo, la propuesta tiene poco respeto por el tiempo de quien lo juega, transformando lo que debería ser un juego emocionante en extenuantes momentos de espera. Es evidente que ante las incontables variantes de Monopoly en formato físico aún quedan algunos entusiastas del tablero, mismos que se mantendrán pegados a la pantalla un buen rato; por el contrario, no es ideal para los seguidores de Mario Bros. y Dragon Quest, quienes encontrarán en esta calle de la fortuna, poca similitud a las plataformas o el RPG que caracteriza al par de franquicias.
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