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Pues bien, luego de una primera aproximación que nos dejó con más preguntas que respuestas por el carácter apresurado y bullicioso del E3 2014, decidimos probar por segunda vez Battlefield: Hardline; para ello aprovechamos la prematura Beta ya disponible en PC y PlayStation 4.
Hay que reconocer que pasar sólo 15 minutos con un spin-off no basta para entender a profundidad sus modalidades, así como sus mecánicas de juego, en efecto, muy diferentes a las del Battlefield tradicional. Lo primero es señalar, después de jugar varias horas, que la principal distinción entre la saga original y esta ramificación es el enfoque. Mientras que el nombre del juego en Battlefield es estrategia, en Hardline reina una dinámica de gato y ratón donde la persecución es esencial, al margen del papel que cada jugador desempeñe en una confrontación que también tiene matices tácticos. Puesto de otra manera, aquí lo importante es detener al rival a toda costa o escapar sin que tenga tanta importancia cómo lograrlo.
Pasamos entonces a los modos en sí. En la Beta de Hardline sólo existen 2 modalidades: Blood Money y Heist, así como un solo mapa, High Tension. Blood Money despliega una montaña de dinero al centro del escenario y pide a cada equipo llevar tanto de dicho botín a su base como sea posible. Heist consiste, si se es ladrón, en escapar exitosamente con uno de 2 botines dispuestos también en medio del mapa, al tiempo que los policías tienen por objetivo evitarlo.
Puede parecer simple, pero en un mundo donde todos los FPS tienen las mismas variantes de Team Deathmatch, Domination y Search and Destroy, la realidad es que esto se siente muy fresco, pues confiere a cada partida una sensación de urgencia única, al tiempo que motiva a cada usuario a jugar en equipo aunque no lo quiera.
Dicho eso y a pesar de que líneas arriba mencionamos que esto es más una persecución que otra cosa, existen elementos de diseño ingeniosos por los cuales hay que conceder crédito a Visceral Games y que definitivamente enriquecen la experiencia. Por ejemplo, en el caso de Blood Money, no basta con llevar el dinero a la caja fuerte de nuestro equipo, pues la caja fuerte puede ser tomada por asalto por los enemigos, quienes quizá ignoren por completo el botín central para enfocarse sólo en hurtar del pozo rival.
En el caso de Heist, las 2 maletas con dinero que los ladrones deben robar empiezan encerradas en sendos camiones de valores; se requieren varios segundos para capturarlas (como si se tratara de un punto de control) y si un policía abate a quien porta una de las maletas, los representantes de la ley deben permanecer cerca de ella, a fin de capturarla y devolverla a su punto de origen. Tenemos de esta manera un interesante híbrido entre Sabotage de Call of Duty y Capture the Flag.
El resultado de estos 2 modos de juego es reaparecer en el mapa siempre con la encomienda de llegar a la acción rápidamente, ya sea para proteger al portador del botín, para evitar que roben de nuestra caja fuerte, para detener a un ladrón o para recuperar la maleta del dinero y devolverla a la caja fuerte. Esto, aunado al tamaño del mapa y a su carácter urbano, permite un traslado veloz y una estructura mucho más dinámica que la del Battlefield estándar, donde regularmente transcurren minutos enteros llegando al frente de batalla sólo para morir casi instantáneamente. Eso nos gustó y mucho. Aquí hay poco tiempo para pensar. Se trata de tomar una motocicleta o una patrulla y en cuestión de 15 segundos ya se está de nueva cuenta en el corazón de la acción.
Los vehículos terrestres se manejan de modo responsivo. Esto no es Need for Speed, obviamente, pero el derrape es excitante y encender la sirena apeló a algo muy infantil dentro de nosotros. La queja es que los choques detonan situaciones irregulares en términos de física y los automóviles se sienten más como cajas de zapatos que como auténticos bólidos de metal deformable. Los helicópteros, por otro lado, son un desafío de manejo, pero con 10 minutos de práctica es viable pilotarlos como un veterano entre las estrechas avenidas de la ciudad.
Ahora bien, el juego tiene clases y si el usuario lo desea, puede sacarles el máximo provecho. Éstas son absolutamente equivalentes a las del Battlefield que todos conocen, aunque con nombres diferentes. Operator es Asalto y es la típica unidad balanceada, que tiene la opción de revivir a los compañeros caídos. El Mechanic es el ingeniero del Battlefield común; puede reparar vehículos y destruirlos con el lanzacohetes que porta. Enforcer es Soporte; lleva una metralleta pesada y provee parque a los aliados; y finalmente está el Professional, que es Recon y que se distingue por su rifle de francotirador. Si estamos diciendo que Battlefield: Hardline es dinámico, pueden deducir que la de Professional es la clase que menos nos llamó la atención. Eso de tirarse en un rincón a disparar sigilosamente, mientras el resto está persiguiéndose por todos lados, tratando de robar el dinero, etcétera, es como bailar solo en una fiesta.
En cuanto a progresión, existe un sistema de acumulación de puntos de experiencia similar al de Battlefield así como escalada de rangos que desbloquea nuevo armamento, pero con cada partida se acumula dinero que puede gastarse en arsenal casi a la carta. Además, notamos que luego de una seguidilla de kills el juego nos recompensó con un killstreak. En el caso del mecánico, por ejemplo, consistía en la opción de reparar los vehículos más rápido o hacer composturas provisionales. Puedes elegir. Éste también es un detalle distinto y refrescante.
Ahora bien, no todo es miel sobre hojuelas, y si de algo nos sirvió esta segunda pasada por Hardline fue para confirmar que la presentación visual es categóricamente mediocre. Es decir, el juego luce como si fuera de los primeros exponentes de la generación pasada. Muy lejos de lo que Battlefield 3 y Battlefield 4 nos ofrecieron durante los últimos 3 años. La ciudad, en términos generales, tiene un aspecto chato y poco detallado, lo mismo que los personajes, quienes no se mueven con la misma naturalidad que en la franquicia base. Queda claro que Visceral Games aún no domina el Frostbite o, peor aún, que apresuró el desarrollo de esta entrega. Y es que algunos elementos como las pantallas de carga o los menús, ciertamente se antojan hechos al aventón.
Del lado positivo está que hay abundante destrucción. La carpeta asfáltica se deteriora, las explosiones son muy llamativas, hay daño en las barandas de contención y también está la opción de derribar una gigantesca grúa que cae en medio del mapa y desgarra los edificios aledaños, modifica el escenario y deja una densa capa de humo y escombros.
Fuera de eso, la presentación es decepcionante, además de que existen problemas propios de una etapa de prueba. Al ir sobre un helicóptero, en más de una ocasión vimos cómo las metralletas flotaban afuera de éste. Las cajas de colisión no siempre registran bien los disparos o los choques, de modo que pueden acertar sobre el cuerpo de un rival y que el sistema no lo cuente, y también hay rubberbanding, es decir, vas corriendo y de pronto el juego se atora y tu personaje reaparece 10 o 15 metros atrás de donde iba. Podemos pasar estos detalles por alto, teniendo en cuenta que la Beta existe precisamente para corregir esos detalles, pero hay que mencionarlos.
Nuestra evaluación parcial de Battlefield: Hardline es que se trata de una spin-off más directo y acelerado que la serie de la cual se desprende, con un par de modos de juego innovadores, pero mermado por una presentación desabrida y poco trabajada que aunque no arruina la experiencia, dejará a los usuarios de nueva generación preguntándose para qué gastaron tanto si podían haber jugado esto en Xbox 360 y PlayStation 3 con la misma calidad visual. Independientemente de eso, estamos ansiosos por ver qué más puede ofrecer Hardline en términos de multiplayer, pues se perfila para convertirse en ese híbrido entre Call of Duty y Battlefield que Medal of Honor no pudo ser.
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