No te preguntaré si te ha pasado, creo que la pregunta correcta es cuantas veces te ha sucedido. ¿De qué hablo? Imagina esta escena:
Caminas afablemente por la acera, el sol arde en lo alto mientras cruzas el amigable umbral de la puerta doble de cristal, en esa exclusiva tienda que ostenta el nombre de un famoso puerto inglés. Al entrar se hace palpable la diferencia entre la calle, caliente y viciada, y el fresco ambiente acondicionado y las amables sonrisas de los dependientes. La vida es buena. Pero, algo no está bien, la incertidumbre de no poder precisar lo que es pulula por los recovecos torcidos de tu subconsciente. La idea te inquieta pero es relegada cuando a lo lejos, más allá de la ropa de bebé, las carriolas y las cunas; divisas tu feliz destino: el área de videojuegos.
Todo esto es culpa de la idea errónea de que los videojuegos son para niños. Esta idea es mucho más fuerte y se encuentra más arraigada entorno a Nintendo. Los padres de familia muchas veces, en un intento por evitar el tener que revisar título a título lo que juegan sus hijos, le compran un Wii y piensan que pueden adquirir cualquier juego para esta consola y estar seguros de que sus hijos no van a ser sometidos a contenido Mature. ¡Error!
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