Cuando alzas la mirada en una noche despejada, de esas que son cada vez más raras en las grandes urbes, ¿qué ves? Tal vez miles de destellos que tapizan el manto nocturno; bien podrías pensar que son luciérnagas atascadas en la cosa negra y pegajosa que está allá arriba, o quizá hasta te atrevas a imaginar los secretos que se esconden tras ese enigmático universo que se extiende sobre tus ojos. Sin importar cuál haya sido tu respuesta, no estás solo, compartes el gen de inquieta curiosidad que caracteriza a todos los humanos, pues durante milenios nos hemos maravillado con las posibilidades infinitas que oculta el cosmos y fascinados ante la posibilidad de alcanzar verdaderamente las estrellas. Esa seducción de lo desconocido es lo que llevó a nuestros ancestros a darle un sentido a cada cosa, experimentar constantemente, y que después de un largo camino y con el beneficio del avance tecnológico, agradecemos la existencia de los videojuegos.
Es penoso entonces que al escuchar la palabra ciencia, un inevitable bostezo salga de entre las multitudes y en muchos casos, el cabeceo somnoliento se haga inminente; culpa de los métodos de enseñanza, circunstancias culturales o una simple ironía. Como sea, estamos en deuda con el conocimiento científico, sin él aún seguiríamos despellejando animales para usarlos de pijama y el escarabajo pelotero conservaría su mérito como inventor de la rueda, la ociosidad de los griegos hubiera pasado desapercibida mientras Einstein sería famoso sólo por su extravagante melena, ni qué decir de la existencia de nuestro amado Internet, de la era de la alta definición y la música digital.
Cuando la fantasía se haga realidad
Habiendo sentado el hecho de que nuestras vidas serían más grises que el cemento sin la ciencia, es momento de pasar a un interesante derivado que ha aderezado la mente de prodigiosos artistas, escritores prolíficos e incluso prominentes científicos durante centurias: la ciencia ficción.
Existe una eterna disyuntiva entre los guardianes de la ciencia ficción y los paladines de la fantasía sobre cuál tiene mayor validez argumental, pero la verdad es que son más similares de lo que parecen. Ambas permiten a los autores construir realidades que trascienden los límites de lo posible, la diferencia es que mientras una se preocupa poco o nada por sustentar sus argumentos, la otra hace honor a su nombre y por lo menos trata de esclarecer hechos o eventos de su trama con fundamentos científicos, aunque sea a muy grandes rasgos y sí, llega a pisotear un poco ciertas leyes universales.
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