Se dice que la división japonesa de la industria está muriendo, que hay agotamiento creativo y que poco queda de aquellos años de gloria que guiaron al entretenimiento del pixel hace más de una década. El argumento parece excesivo y hasta discutible, pero es difícil negar los síntomas: Nintendo no deja de crear nuevas variantes de sus ancestrales franquicias con resultados inestables, Konami se mantiene principalmente del éxito de Metal Gear; Square Enix sobreexplota Final Fantasy y similares, en tanto Capcom cayó de la gracia de sus legiones de fans frente a cuestionables prácticas de negocios y el hecho de que cada año lanza los mismos juegos con ligeras alteraciones que simplemente no justifican los altos precios. El panorama no luce saludable, pero es especialmente delicado en casos específicos, como el de los creadores de Mega Man.
Cuando comenzó su trayectoria hace más de treinta años, Capcom era un estudio líder en innovación, y se mantuvo como uno de los principales exponentes en la creación de franquicias memorables que marcaron tendencias; revolucionó el género de peleas con Street Fighter, popularizó los survival horror cuando lanzó Resident Evil y por supuesto, planteó un nuevo esquema de frenesí para los juegos de acción al mostrar Devil May Cry, sin olvidar otras interesantes propuestas para complementar el repertorio, como el festival de masacre en Dead Rising o la perspectiva artística de Okami. Con tan digno historial, se hubiera esperado que el distribuidor mantuviera su vigencia creativa hasta nuestros días, lamentablemente ha sucedido lo contrario, cada una de sus populares franquicias establecidas se ha ordeñado desde diferentes enfoques hasta fatigar el ánimo de la audiencia, y con excepción de algunas nuevas propiedades intelectuales, esta leyenda del desarrollo nipón ha dejado a un lado el camino de la innovación para elegir un rumbo menos riesgoso.
Esta realidad es especialmente preocupante dado que se trata de uno de los principales licenciatarios del País del Sol Naciente, y ante un posible tropiezo mayor, la industria nipona se desestabilizaría considerablemente. Las posibilidades para que Capcom se recupere ante los ojos de sus consumidores, sin perder oportunidades de ingresos, son variadas y factibles, algunas comienzan a considerarse en las decisiones de los ejecutivos que llevan las riendas, mientras otras se sitúan aún fuera del panorama. Así las cosas, decidimos analizar algunas opciones en el futuro de esta importante compañía a favor de su posible redención.
Evitar lanzamientos reiterativos
Durante el apogeo de las consolas de 16-bit, se convirtió en costumbre relanzar productos exitosos con mejoras visuales insignificantes y un poco de contenido adicional, caso especialmente popular para los juegos de pelea; dadas las limitantes de formato, no había otra opción, pues en aquellos tiempos el esquema de descargas era inexistente y acceder a nuevos personajes sólo era posible por medio de un nuevo cartucho, cobrado al mismo precio que la primera versión del título.
En la actualidad, los convencionalismos son diferentes, los impedimentos físicos se acabaron ante el acceso a Internet en las consolas, de modo que descargar un paquete de personajes terminó como una labor en extremo sencilla. Por ello es desconcertante que se lancen ediciones del mismo juego con ajustes mínimos y un aumento moderado de personajes, todo a precio de título novedoso. Los desarrolladores pueden argumentar que para quienes no poseían el juego en primer lugar, la nueva edición justifica la inversión, pues se trata de un producto completo, pero cuando involucra a los fans, quienes ya tenían la primera versión, se vuelve desgastante costear cada nuevo lanzamiento sólo por obtener contenido mínimo, sin importar que sea altamente deseable.
La solución en este caso es evidente: ofrecer una versión digital que sobreescriba al juego original. Dado que los costos operativos para colgar un DLC en las tiendas virtuales son infinitamente menores a vender el juego en formato físico, no debería suponer un gasto excesivo para la compañía, y seduciría a más personas a adquirirlo. De eso a que el DLC siga determinándose como una práctica injusta en el panorama general de la industria, y en especial cuando el contenido ya viene incluido en el disco del juego original, es discusión para otro día.
Apelar a la nostalgia
Hay una marcada diferencia entre explotar la afición por una franquicia, dígase estas ediciones anuales de Street Fighter y evocar a momentos célebres del pasado, épocas en que comenzaba para algunos su carrera de jugadores. Estamos atravesando una era en que remasterización y reinvención están de moda, cada uno con sus defectos y virtudes, pero es un hecho que cuando se invierte lo necesario, tanto en capital como en talento creativo, el resultado puede sorprender. Dentro de este rubro, Capcom posee en su librería cuantiosos títulos de antaño que podrían utilizarse como combustible imaginativo: Strider, Ghostsn Goblins, Darkstalkers, Demons Crest, Captain Commando, y Knights of the Round, entre muchos otros.
Cierto es que el riesgo de cometer errores es ineludible, justo como Capcom padeció cuando intentó llevar Bionic Commando a las nuevas generaciones, pero la historia se hubiese escrito diferente de no apelar a la mentalidad occidental con una ambientación sombría y pesimista, en lugar de conservar las raíces de aventura y comicidad que caracterizaban a Nathan Spencer en su lucha contra las fuerzas nazis. La evidencia estuvo en Bionic Commando Rearmed, que rompió récord de ventas y justificó la creación de una secuela.
En el afán por rescatar franquicias memorables, tendría que recurrirse a un equipo interno, o en su defecto, a revisar que se conserve la esencia de la idea original para replicar el célebre fenómeno de Ninja Gaiden. En algunos casos ni siquiera es necesario trasladar el concepto a un ambiente tridimensional, como en Final Fight, sólo actualizar el esquema de juego, nutrir la experiencia, mejorar los controles, agregar más movimientos y combos, narrar una historia más fresca y desde luego, rediseñar la estética del producto sin arrebatarle su tono caricaturesco.
Lamentablemente, no hay una marcada intención por parte del estudio, y son ya numerosos los ejemplos en que una gran cantidad de entusiastas reclaman el resurgimiento de su juego favorito, para ser rechazados contundentemente. Sólo el año pasado se dieron dos casos controvertidos, el primero con Darkstalkers cuando Capcom solicitó la firma de un millón de personas para decidir si trabajarían en una nueva edición del monstruoso título de peleas, para al final afirmar que lo considerarían; otra situación similar se presentó con Mega Man Universe, en cuyo proceso de diseño se dio seguimiento a la respuesta de la comunidad, la que por cierto fue positiva y sustancial, pero tras una serie de infortunios, se dio carpetazo al proyecto, dejando el futuro de este personaje en términos indefinidos. Lo triste es que Keiji Inafune estaba más que dispuesto a supervisar el proyecto, o cualquier otro relativo al androide azul, y a pesar de que el icónico protagonista cumple 25 años este 2012, su casa creadora se limita a usarlo como un recurso de parodia.
Es una labor complicada que necesita una amplia visión y una buena dirección, pero si Street Fighter IV fue la evolución de la franquicia y presentó una perspectiva refrescante de los juegos de pelea, Capcom tiene la posibilidad de replicar el resultado con otros proyectos.
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