Todos fuimos testigos de un primer día extraño en gamescom: Microsoft se preocupó mucho por ser PlayStation y Sony intentó no ser el PlayStation 3. La idea en mi cabeza, al final de todo el torbellino de anuncios, fue que ninguna de las 2 consolas posee lo necesario para diferenciarse de su competencia.
Xbox One presumió un sistema de autopublicación para juegos independientes. Microsoft prácticamente terminó de revertir todas sus polémicas decisiones, al mismo tiempo que continuó la búsqueda de contenido exclusivo para su plataforma. Lo que debemos comprender desde ahora es que se acabó la época de las exclusivas. Si una plataforma quiere una, deberá recurrir a sus estudios internos, pues los terceros simplemente no pueden costear el precio de desarrollar para una sola consola. Por algo, el trato con EA únicamente involucró contenido dentro del juego y un título incluido en cada preorden de la consola.
De forma análoga, el PlayStation 4 exhibió una impresionante lista de juegos independientes. Todavía no hemos visto el verdadero poderío de su infraestructura de estudios internos y los tratos que consiguió con Rockstar Games y Ubisoft no son suficientemente agresivos para diferenciar su plataforma.
El mensaje final es la falta de un elemento diferenciador entre 2 plataformas que, además del precio, disponen de una línea de software prácticamente idéntica si ignoramos 3 o 4 exclusivas. Del lado de sus capacidades multimedia, tenemos el Blu-ray, que fue una gran distinción la generación pasada y ahora se encuentra presente en ambas; la única diferencia en cuanto a medios para transmitir juegos es el proveedor: Twitch o Ustream.
La situación me recuerda a la vida tardía de la generación pasada: el PlayStation 3 no tuvo éxito en convertirse en la máquina multimedia que Sony buscaba, así que redujeron el precio y lo enfocaron en videojuegos. Ésa es la misma estrategia que persigue el PlayStation 4 desde el comienzo y la que Xbox One comenzará a adoptar cuando sus ventas no cumplan con las metas establecidas. ¿Por qué esta máquina que lo hace todo no funciona monetariamente?, se preguntarán los ejecutivos. E ignorarán que la respuesta se las dio el PlayStation 3 y la generación pasada.
El poder no importa. Los servicios no importan. Lo único que diferencia 2 máquinas para jugar es el software. Mientras las gemelas en alta definición (término que usaré de ahora en adelante para el PlayStation 4 y el Xbox One durante el tiempo que sean ofertas prácticamente idénticas) tengan la misma línea de software y la misma filosofía de diseño, ninguna tendrá el éxito rotundo que necesita para solventar los escandalosos costos de su desarrollo. Microsoft convirtió su consola en algo muy parecido al PlayStation 4, mientras que Sony se acercó al PS2 en busca de inspiración.
En mi opinión, ninguna de las 2 presumió un modelo de negocios basado en software sustentable: pocos y calculados juegos AAA, mientras que muchos y poco redituables títulos independientes saturaron sus aparatos. Eso no es saludable. La industria necesita, para evitar una nueva crisis, regresar a los márgenes de ganancia amplios. Pero millones y millones de dólares inyectados en la industria han malacostumbrado a los jugadores a un nivel técnico imposible bajo un esquema de sustentabilidad. ¿El resultado? Modelos idénticos surgidos de 2 formas idénticas de cometer errores. Son 2 gemelos fallidos de alta definición. Exactamente igual que en la generación pasada: Caín y Abel consumiendo el mismo mercado; 2 serpientes devorándose a sí mismas.
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