En el gran debate del videojuego como medio, generalmente se da el lugar protagónico a las mecánicas de juego, al aspecto visual y a la narrativa. A pesar del carácter icónico y la influencia de ciertas composiciones, se reflexiona relativamente poco del papel crucial de la música, uno que excede el de mero adorno o componente atmosférico, pues está íntimamente unido a la esencia del medio.
En el nivel más elemental, en los juegos ocurre una alineación muy peculiar entre las propiedades matemáticas de la música y el hecho de que todas las mecánicas son, en el fondo, algoritmos. El ritmo es la clave que liga ambos aspectos: la repetición de acciones y sonidos en el tiempo crean un tejido complejo. La emoción del gaming, como la de la música, es un tipo de trance hipnótico en el que la armonía y el número sustituyen, sin que lo notemos, el entramado al parecer azaroso de nuestras acciones en el tiempo: el aprendizaje de patrones, la experiencia de ritmos y modulaciones nos proporcionan un goce peculiar difícil de definir. En muchos casos, la música está mucho más cerca de la verdadera esencia del medio que las formas accesorias de la narrativa y el imaginario.
El carácter hipnótico de los videojuegos, el trance peculiar al que responde todo amante del medio, debe todo a esta inseparable unión entre música e input del jugador, y es una realidad desde los tempranos tiempos del arcade, cuando prácticamente eran los efectos de sonido los únicos encargados de marcar el ritmo de la gran sinfonía del gaming. A partir de entonces, y a la par del progreso técnico, la música de esta forma de entretenimiento sólo ha incrementado su complejidad y sus posibilidades, pero jamás ha dejado de caracterizarse por el hecho de que nunca se trata de una mera evocación sonora per se, sino que está unida de manera inseparable a la experiencia. Por eso, a veces es difícil explicar el inmenso atractivo de la música de los juegos a quienes no los han experimentado de primera mano: cuando escuchamos ciertas piezas nuestra mente entra en un trance al establecer relaciones y asociaciones que van más allá de lo auditivo.
No es casual que las piezas musicales más icónicas del gaming procedan de la era temprana: se trata de un período en el que la relojería que forma el medio tenía que ser ajustada, eficaz y sin desperdicio. Muchos gamers anhelan los tiempos en los que el medio, reducido a sus determinaciones más simples y puras, dejaba a un lado la subordinación al cine y otros medios e imprimía su propia huella a todos sus componentes: gráficos pixel, ritmos chiptune, minimalismo narrativo, etc. El mundo retro es de la nostalgia, uno que intenta la reconstrucción de la estética particular que hemos intentado describir, pero en el ámbito del vintage y una evocación a veces obsesiva. Por supuesto, dicho anhelo ha encontrado una base natural en el movimiento indie, que en muchos casos, representa la continuación directa de vetas del gaming que se creían agotadas.
La escena de la música para los indie es enorme, pero la edición 2013 de V-CONCERT, concierto de música de videojuegos que comenzó trayendo a México la obra de Yamaoka y otros artistas, se ha propuesto reunir, en su edición de este año, algunos de sus mejores integrantes. Contará con la presencia de C148, encargado de los sonidos ambientales de Minecraft, innegables obras maestras del subgénero del incidente musical. Por su cuenta, la música de Virt, compositor para Contra 4, demuestra que la pasión por el retro puede llevar al virtuosismo: tremendas piezas que pulsan con la auténtica euforia del hard gaming unidas a composiciones tan poderosas, evocadoras y emotivas como las de su excelente soundtrack para DuckTales: Remastered.
El concierto también contará con Rich Vreeland, mejor conocido como Disasterpiece, encargado de la música de FEZ y que ha creado tonadas ambience profundas que por momentos rozan las pulsaciones del género binaural. Jim Guthrie presentará su complejo proyecto colaborativo Superbrothers: Sword & Sworcery EP, un experimento sumamente intrigante sobre los arquetipos de la estética del videojuego en arte, música y gameplay donde cada elemento ha sido concebido con la misma importancia. El veterano Rom Di Prisco, con un currículum prolífico para la televisión, los juegos de video y el cine, presentará piezas de la fantasía mexican-curious Guacamelee!, para reiterar con cada acorde su prolífico ingenio.
Por último, el concierto contará con una fuerte presencia del talento mexicano. Brian Cubria presentará sus brillantes arreglos de los momentos definitivos del gaming, que refrescan lo familiar con una perspectiva sofisticada. Asimismo, proyectos de recuperación chiptune como Vespeon y Astropolaris presentarán arreglos fascinantes y casi hipnóticos para las piezas más icónicas y emotivas de la era de oro.
Cada uno de los artistas de V-CONCERT 2013 tiene propósitos artísticos y metas particulares, pero todos coinciden en intentar atrapar el hechizo peculiar que hemos intentado definir, esa profunda hipnosis o creación rítmica de sueños y sensaciones que caracteriza a los videojuegos. La música en ellos es algo que nunca dejará de comprometer a nuestra generación, en cierto modo porque esos sonidos son la cifra de vivencias innegables. Escuchar el arreglo compuesto por Astropolaris de Aquatic Ambience, de Donkey Kong Country, implica reconocernos como cómplices en la memoria de nuestro tiempo, una memoria que, cuando asoma sobre la superficie maravillosa de su música, todavía puede hacernos temblar. Sólo nos resta invitar a nuestros lectores a presenciar el talento de tantos artistas que se han empeñado en perseguir lo que los define de una manera no sólo tenaz, sino virtuosa.
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