En el marco de su más reciente informe anual de operaciones apenas a comienzos de mayo Electronic Arts, una de las distribuidoras más grandes y poderosas de la industria del videojuego, reportó una recaudación récord de más de $4 mil millones de dólares, mil millones de los cuales provinieron, por primera vez, de la esfera digital, al tiempo que Mass Effect 3 y FIFA 12, dos de sus principales títulos, se convertían en éxitos históricos, cada uno en su género.
Los números reflejan una imagen de prosperidad que puede atribuirse casi por completo a una sola persona: John Riccitiello, visionario director general de EA, quien desde que tomó las riendas de la empresa en 2007, se dispuso a prepararla para la transformación digital que hoy atraviesa la industria, pero además trabajó siguiendo una nueva filosofía marcada por un apetito de calidad y no de cantidad. Ese ejecutivo es el mismo que hoy, a menos de tres meses de difundir las mencionadas cifras, podría estar pasando noches en vela pensando que posiblemente pierda su trabajo; lo que sucede es que los rumores en torno a su relevo como director, que empezaron como una inocente broma del consultor Michael Pachter, cada vez cobran más fuerza y el nombre de Peter Moore retumba como posible sucesor.
En primera instancia lo anterior parecería absurdo. El crecimiento es tangible; las ganancias, multimillonarias, y el caudal de dinero permanecerá sólido gracias a la presencia de varias fuentes de ingreso en la forma de franquicias establecidas y nuevos horizontes de inversión como el consumo descargable. Sin embargo, por debajo y de forma paralela, existe un cáncer que ha debilitado la estructura de Electronic Arts desde hace años: la disminución en el valor de sus acciones.
Con el fin de recibir dinero libre de intereses es decir, sin la necesidad de recurrir a un banco, grandes y saludables corporativos como Facebook, Apple o Electronic Arts dividen un considerable pedazo de sí mismos en pequeñas fracciones que ponen a la venta en el mercado público (la bolsa de valores). El problema es que el precio de dichos activos está a merced de los accionistas que los adquieren, quienes compran si piensan que vendrán buenos tiempos, proyectando el valor a los cielos o pueden vender si no tienen confianza en el rumbo que lleva el objeto de su inversión, lo que devalúa a la compañía en cuestión. Eso es precisamente lo que está pasando con EA, y esa es la razón por la cual la junta directiva podría optar por cesar a Riccitiello en su próxima reunión. En otras palabras, no se tiene fe en el porvenir de la empresa, lo que se ve reflejado en los discretos $11.36 USD a los cuales se está vendiendo cada acción de Electronic Arts y que representa su punto más bajo en casi diez años.
Pero, a su vez, tanto la devaluación como la falta de confianza son síntomas de algo más y para encontrarlo hay que remontarnos a los inicios de Riccitiello con el corporativo acuartelado en Redwood Shores, California.
Riccitiello es egresado de la escuela de negocios de la Universidad de California y ha tenido dos etapas en Electronic Arts. La primera inició en 1996, cuando el director ejecutivo abandonó su puesto, y terminó en 2004. EA había llegado al punto en el que la confianza excesiva era poca, en términos de lo que se estaba viviendo. No estaba enteramente alineado con el rumbo que habíamos tomado, rememora el ejecutivo.
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