Cuando Tom Quinn acudió a los cuarteles de Sony y Microsoft en un intento de seducirlos a usar su patente de un control con sensores de movimiento, ambas compañías respondieron con rotundo menosprecio y así, dejaron pasar una oportunidad que posicionaría a Nintendo como el líder en ventas de la actual generación.
Y es que el inventor cuenta que su reunión con los dueños de Xbox fue un terrible fiasco: Cuando les mostré el diseño de cómo funcionaría el dispositivo, me dijeron que si incursionaban en los sensores de movimiento, lo harían a su modo, no con ideas locas, y que además harían un trabajo mucho más sofisticado. Es decir, fueron muy despectivos, explicó Quinn en entrevista para el portal británico Computer and Videogames, agregando que la actitud de los ejecutivos fue tan agresiva que Steve Ballmer salió a disculparse con él.
Más tarde, el dueño de la patente fue con Sony y se encontró con el legendario ingeniero Ken Kutaragi, quien reaccionó aún peor a la propuesta: Estábamos en una pequeña habitación con un gran proyector conectado a la PC que desplegaba los planos de mi invento. Los miró un momento, se sentó y cerró los ojos. No los abrió hasta que finalicé la presentación dijo Quinn con cierta incomodidad, y agregó que el entonces presidente de Sony Computer Entertainment le preguntó si podía producir los controles por menos de 50 centavos de dólar. Me reí y le expliqué que sería imposible. Él simplemente salió del lugar sin decir más, y me fui una vez más con las manos vacías.
Cabe mencionar que en la época que Quinn buscaba apoyo para su invento, el Gamecube estaba en desventaja de popularidad frente al novedoso Xbox y la superioridad de fama que suponía PlayStation 2. La verdad es que no considerábamos mucho a Nintendo, y tras la decepción, no esperaba que se interesaran, pero decidí darle una oportunidad y el director general Atsushi Asada, me recibió con mucha cortesía. De inmediato les encantó la idea, cerramos el trato y lo demás fue una feliz historia.
Al final del día, la mayor preocupación de Quinn es que algún inventor pueda estar desarrollando una idea fabulosa y revolucionaria, y ante la falta de visión de muchas compañías verá su creatividad frustrada, socavada y hasta pisoteada, sofocando con ello lo que podía ser el siguiente paso evolutivo de la industria.
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